¿Qué esperas?

“El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos.”

Por: Claudia Rivera Meza

11 de Agosto, de 2014

No podemos dejar de sorprendernos cada día con las noticias que surgen en diferentes lugares del mundo, las que nos confirman tiempos duros para la humanidad. El virus de ébola es no solo una amenaza para los países africanos duramente golpeados a través de su historia, sino que cada vez se convierte más en una amenaza para el mundo entero. Por otro lado las guerras en el Medio Oriente parecen no terminar, llevándose la vida de hombres, mujeres y niños inocentes. El calentamiento global ha dejado de ser una teoría, y lo vivimos en carne propia día con día, y así sucesivamente podríamos enumerar cientos de acontecimientos, que como símbolos plasmados en las Sagradas Escrituras nos anuncian que se acerca la Segunda Venida de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Sin embargo, no debemos olvidar que “nadie sabe el día ni la hora, sino el Padre”

¿Qué nos corresponde entonces hacer como Iglesia? El mismo Señor Jesucristo nos enseñó que debíamos orar juntos para que la voluntad del Señor se haga en la tierra como en el cielo. En otro pasaje del Evangelio nos enseñó que lo que atemos y desatemos en la tierra será atado en los cielos y finalmente nos dio el mandato de anunciar las Buenas Nuevas hasta los confines de la tierra.

Por ello, en este día les invitamos a que todos tomemos el mandato que El Señor nos dejó y unánimes juntos empecemos un verdadero ministerio, tal como Jesús lo hizo en la tierra, para proclamar el año favorable del Señor para nuestra nación y las demás naciones de la tierra. Dejemos a un lado nuestras diferencias y nuestro orgullo y juntos busquemos llevar la mayor cantidad de almas a los pies de nuestro amado Padre que está en los cielos. Construyamos El Reino de Dios en la tierra, para que se haga la voluntad de Dios, así en los cielos cómo en la tierra.

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